La industrialización del alfajor en Argentina: de la receta casera al fenómeno nacional

Durante el siglo XIX, el alfajor argentino todavía era un producto mayormente artesanal. Se lo elaboraba en casas de familia, confiterías y panaderías, con recetas heredadas y sabores regionales. Sin embargo, fue a mediados del siglo XX cuando el alfajor dio un salto clave: se convirtió en un producto industrial, accesible a todos y con presencia en todo el país.

Este proceso comenzó en la década de 1950 con la aparición de fábricas que decidieron estandarizar la receta y envasar los alfajores individualmente, garantizando frescura y transporte a larga distancia. Marcas como Havanna en Mar del Plata o Fantoche en Buenos Aires comenzaron a ganar terreno, con productos que mantenían la esencia artesanal pero podían reproducirse en grandes cantidades.

Uno de los factores determinantes fue la implementación del envoltorio individual —un avance sencillo pero crucial— que permitió conservar el producto y distribuirlo en kioscos, estaciones de tren, escuelas y oficinas. Así, el alfajor dejó de ser una golosina de pastelería para transformarse en una merienda cotidiana y económica.

La televisión y la publicidad jugaron un papel importante en este fenómeno. En los años ‘70 y ‘80, los comerciales de alfajores marcaron a generaciones enteras y consolidaron eslóganes que aún hoy son recordados. Esto posicionó al alfajor no solo como un alimento, sino como un ícono cultural argentino.

La diversidad también creció: a los clásicos de dulce de leche se sumaron los bañados en chocolate, los triples, los de frutas, los sin azúcar, y con rellenos experimentales. Así, el alfajor industrializado se convirtió en una industria multimillonaria, con identidad propia, que exporta millones de unidades al mundo y sigue siendo protagonista en la mesa de los argentinos.