El alfajor como souvenir: su lugar en el turismo gastronómico argentino

Pocos productos argentinos han logrado lo que el alfajor: pasar de ser una simple golosina popular a convertirse en un símbolo comestible de identidad nacional, elegido por millones de turistas como recuerdo de viaje. Su evolución en el ámbito del turismo gastronómico es una historia que combina sabor, nostalgia y estrategia comercial.

Durante décadas, los alfajores fueron parte de la cotidianidad local, pero con el crecimiento del turismo interno e internacional —especialmente desde los años 90— comenzaron a ocupar un lugar protagónico en aeropuertos, terminales, ferias artesanales y casas de té. El alfajor se transformó en souvenir: pequeño, accesible, representativo y fácilmente transportable.

Marcas como Havanna, La Quinta, Estancia El Rosario o Balcarce entendieron el valor simbólico del alfajor y comenzaron a presentarlo en cajas especiales, envuelto cuidadosamente y con diseños elegantes, pensado como un objeto de regalo más que como simple alimento. Esta transformación marcó un cambio importante en el posicionamiento del producto.

El turismo regional también contribuyó a la consolidación de los alfajores como protagonistas gastronómicos. Cada zona turística del país desarrolló su versión distintiva: alfajores cordobeses de frutas y merengue, alfajores de maicena en los pueblos serranos, versiones con chocolate amargo en Bariloche o alfajores artesanales de dulce de leche en la Patagonia. Esta diversidad generó un fenómeno de búsqueda: muchos turistas comienzan a coleccionar alfajores regionales, compararlos, fotografiarlos y compartirlos.

Las ferias gastronómicas y las tiendas de productos regionales reforzaron esta tendencia, al presentar al alfajor no solo como producto industrial, sino como expresión de territorio, tradición y producción local. Incluso el lenguaje cambió: se habla de alfajores “de autor”, “de receta familiar” o “con identidad geográfica”.

Además, con la explosión del turismo gastronómico global, muchos viajeros buscan experiencias auténticas en cada destino. En ese contexto, el alfajor aparece como un producto icónico, directo y placentero, que representa la dulzura, la historia y la creatividad argentina. No sorprende que sea mencionado en guías turísticas, circuitos gourmet y hasta clases de cocina para extranjeros.

Hoy en día, no hay tienda de souvenirs, aeropuerto ni feria regional que no tenga una oferta de alfajores en sus estanterías. Ya no es solo un gusto personal: es un símbolo cultural que se lleva, se comparte y se recuerda. Y en ese viaje desde la góndola al equipaje del turista, el alfajor sigue consolidando su lugar como embajador dulce de la Argentina.