Durante décadas, el café encapsulado ha sido sinónimo de café molido sellado herméticamente. Pero como ocurre en toda industria madura, la innovación busca nuevas formas de mejorar la experiencia, reducir residuos y simplificar el proceso. En ese camino, una idea comienza a ganar fuerza: las cápsulas líquidas o de café concentrado, un formato que podría cambiar para siempre la forma en que tomamos café en casa, en oficinas o en movimiento.
El concepto es simple: en lugar de contener café molido, la cápsula contiene una dosis exacta de café líquido concentrado, lista para ser mezclada con agua caliente, leche o hielo. Esta esencia líquida puede ser obtenida mediante distintos procesos: extracción en frío (cold brew), espresso concentrado estabilizado o incluso emulsiones solubles. El resultado es una cápsula más limpia, rápida y posiblemente más sostenible.
Una de las grandes ventajas de este formato es la velocidad de preparación. Ya no es necesario calentar el agua hasta casi 100 °C ni generar presión. Una cápsula líquida puede ser usada con agua a menor temperatura o incluso sin calentar, ideal para cafés fríos. Esto no solo reduce el consumo energético, sino que permite nuevos usos: máquinas portátiles, cafeteras conectadas al smartphone, o sistemas de autoservicio en oficinas y aeropuertos.
Otro beneficio importante es el control de sabor y estandarización. Al tratarse de una base líquida ya extraída por expertos, la bebida resultante es exactamente igual en cada preparación. Esto resuelve un problema clásico del café molido encapsulado: la variabilidad por molienda, humedad, tiempo de extracción o desgaste de la máquina.
Además, el café concentrado líquido permite jugar con mezclas más complejas, añadir aromas naturales o incluso integrar ingredientes funcionales (como colágeno, adaptógenos o vitaminas) sin alterar la textura ni generar obstrucciones en la máquina. También facilita la creación de bebidas listas para tomar, como capuccinos, lattes o cafés con sabores, en un solo paso.
En términos ecológicos, el impacto podría ser menor. Al evitar el uso de café molido y la necesidad de cápsulas presurizadas, se pueden diseñar envases más ligeros, biodegradables o incluso comestibles, y reducir el volumen de residuos. Algunas startups ya están desarrollando cápsulas líquidas en sachets reciclables, cápsulas de gelatina vegetal o envases con películas solubles.
Por supuesto, no todo son ventajas. El gran desafío es la conservación del líquido. Mientras el café molido puede durar meses si está bien sellado, el café líquido requiere preservación mediante pasteurización, refrigeración o tecnologías de sellado avanzadas. Esto encarece la producción y limita la vida útil del producto. Además, los consumidores aún no están del todo familiarizados con este formato y podrían desconfiar de un “café que ya viene hecho”.
Otro aspecto a considerar es el sabor. Aunque los concentrados bien formulados pueden ofrecer buenos resultados, los puristas del café aún ven con recelo cualquier forma que no implique molienda y extracción al momento. Ganar ese sector requerirá demostrar que el formato líquido puede mantener complejidad, frescura y carácter, sin comprometer calidad.
En conclusión, el futuro del café encapsulado podría no tener café molido. Las cápsulas líquidas y concentradas están abriendo un nuevo camino: más rápido, más flexible, más ecológico y más funcional. Aún queda por resolver la cuestión de la estabilidad, la percepción del consumidor y los costos. Pero si lo logra, este formato podría representar la próxima gran disrupción en la forma de tomar café.