En un mercado tan competitivo como el del alfajor argentino, donde conviven marcas con décadas de historia y nuevas propuestas emergentes, una tensión constante atraviesa la decisión del consumidor: ¿elegir una marca tradicional de confianza o probar una marca propia o alternativa más económica?
Las marcas tradicionales como Havanna, Jorgito, Terrabusi o Capitán del Espacio han construido, con el tiempo, una relación emocional con el público, basada en la consistencia, la historia, la calidad percibida y la familiaridad. En muchos casos, el consumidor las elige no solo por sabor, sino porque representan algo más: recuerdos, identidad local o incluso orgullo nacional.
Estas marcas invierten en publicidad, tienen presencia estable en kioscos y supermercados, y mantienen una imagen cuidada. La confianza está respaldada por años de experiencia, y eso se traduce en una alta fidelidad de compra, incluso cuando el precio no es el más bajo del estante.
Por otro lado, en los últimos años se ha dado un auge de los alfajores de marca propia, especialmente en supermercados grandes y cadenas regionales. Estos productos, generalmente más económicos, no tienen el peso emocional de las marcas tradicionales, pero apelan a la racionalidad: ofrecen una opción accesible, con calidad aceptable y buen rendimiento por precio.
El consumidor que elige estas marcas suele hacerlo cuando prioriza el bolsillo o cuando el consumo es frecuente (por ejemplo, para meriendas escolares o eventos masivos). Aunque en general se perciben como productos más “genéricos”, muchas marcas propias han mejorado significativamente su calidad, logrando fidelizar a segmentos más pragmáticos del mercado.
También están las marcas boutique o artesanales, que compiten en otro terreno: el de la exclusividad y el valor agregado. No son necesariamente conocidas a nivel nacional, pero ganan reputación en redes, ferias o locales gourmet. Estos alfajores apuntan a consumidores curiosos, dispuestos a pagar más por una experiencia distinta.
En este escenario, el consumidor argentino suele moverse entre la confianza de lo conocido, el ahorro de lo funcional y la curiosidad de lo nuevo. Y muchas veces, esa elección cambia según el contexto: en una compra diaria pesa el precio; en un regalo o viaje, pesa la marca; en una feria, pesa la novedad.
En definitiva, la confianza en la marca es un valor enorme, pero no es absoluto. Hoy, más que nunca, las empresas compiten no solo con el sabor, sino con lo que representan. Y mientras las tradicionales sostienen su lugar en la memoria, las nuevas propuestas desafían la lealtad con innovación, estrategia y sabor.