En el inmenso universo alfajorero argentino, donde conviven propuestas gourmet, artesanales y de culto, hay una marca que se ganó un lugar especial por su cercanía, constancia y accesibilidad: Jorgito. Con más de 60 años de historia, este alfajor es sinónimo de merienda escolar, kiosco de barrio y sabor familiar.
🧑🏻🍳 Origen humilde, expansión nacional
La historia de Jorgito comienza en 1960, cuando la familia Blanco fundó la empresa Productos Georgalos del Oeste (sin relación con Georgalos actual), que luego pasaría a llamarse Georgalos S.A. y más tarde, con la independencia total de sus fundadores, Productos Jorgito.
El nombre Jorgito hace referencia al hijo de los dueños, y su imagen caricaturesca, con una sonrisa y flequillo reconocible, se convirtió en un ícono de las góndolas argentinas. Su estrategia fue simple pero efectiva: ofrecer un alfajor rico, económico y siempre disponible en los kioscos.
💛 El alfajor de todos los días
A diferencia de otras marcas que buscaron posicionarse en el segmento premium o diferenciarse con ingredientes exóticos, Jorgito apostó por lo clásico y accesible. Y eso es justamente lo que lo convirtió en un favorito:
- Tapas firmes, con textura esponjosa.
- Dulce de leche abundante y balanceado.
- Cobertura de baño de repostería, sin excesos.
No pretende ser sofisticado, pero cumple con una regla fundamental: siempre sabe igual. Esa regularidad, sumada al precio accesible, lo transformó en una opción ideal para todas las edades.
🔄 Evolución sin abandonar su esencia
Con el paso de los años, Jorgito amplió su gama de productos sin traicionar su estilo:
- Alfajor blanco (bañado en glasé)
- Alfajor triple
- Alfajor sin azúcar
- Galletitas, budines, magdalenas y turrones
Todos ellos mantienen la misma identidad visual y perfil de sabor, que lo hacen reconocible al instante.
🤝 Cultura popular y afecto colectivo
Jorgito no necesita publicidad elaborada. Vive en el recuerdo de generaciones de argentinos: en la mochila del colegio, en los recreos, en el kiosco de la esquina o en la estación de tren. Es el alfajor que siempre estuvo ahí. Incluso muchas personas que hoy consumen alfajores más sofisticados siguen eligiendo a Jorgito como una opción nostálgica y confiable.
🔚 Conclusión
Jorgito no tiene el glamour de Havanna ni el misterio de Capitán del Espacio, pero tiene algo más difícil de lograr: pertenencia. Es parte del paisaje cotidiano argentino. Su historia, basada en el trabajo familiar, la coherencia y la cercanía, lo consolidó como un verdadero clásico nacional.