El nacimiento del alfajor triple y su lugar en la infancia argentina

Si bien el alfajor tradicional ya era un clásico en la vida cotidiana de los argentinos, fue en las décadas de 1980 y 1990 cuando surgió una innovación que marcaría un antes y un después en la industria: el alfajor triple. Esta versión potenciada, con tres capas de galleta y dos de relleno, usualmente bañada en chocolate, se convirtió rápidamente en una de las favoritas del público joven.

El primer alfajor triple registrado comercialmente fue el Fantoche Triple, lanzado en 1987. Su llegada fue una respuesta al deseo de un producto más abundante, con mayor volumen, sabor y presencia. El impacto fue inmediato: no solo ofrecía más contenido, sino que además generaba una experiencia diferente en textura y masticación, más golosa y contundente.

Su éxito coincidió con un momento clave: la expansión de los kioscos escolares, donde el alfajor se convirtió en moneda corriente del recreo. Muchos niños crecieron con la elección diaria entre alfajores simples y triples, y con el ritual de cambiar figuritas o compartir mitades entre amigos. En este contexto, el alfajor no era solo un alimento: era un vínculo emocional con la infancia.

A partir de allí, marcas como Jorgito, Terrabusi, Guaymallén y Capitán del Espacio comenzaron a desarrollar sus propias versiones triples, cada una con fanáticos que defendían su alfajor favorito como una identidad personal. Incluso surgieron debates culturales alrededor de cuál era «el mejor alfajor», tema aún vigente en redes sociales, medios y programas de televisión.

Así, el alfajor triple no solo diversificó la oferta, sino que se volvió un símbolo generacional, un ícono de la merienda argentina y una muestra de cómo un producto tradicional puede reinventarse sin perder su esencia.