¿El mejor alfajor? La subjetividad de la elección y el rol de las redes sociales

Una pregunta atraviesa generaciones, divide amistades y genera verdaderos debates en redes sociales: ¿cuál es el mejor alfajor?. Lo que podría parecer una consulta banal, es en realidad una puerta de entrada a fenómenos mucho más complejos como la subjetividad del gusto, la influencia de lo social y la construcción de preferencias colectivas en la era digital.

Plataformas como X (antes Twitter), TikTok o Instagram están repletas de rankings, encuestas y “batallas de alfajores” donde usuarios defienden con pasión sus elecciones. Allí, el alfajor no se elige solo por sabor: se elige también por lo que representa. La identidad de marca, la conexión emocional, la nostalgia y el sentido de pertenencia son tan importantes como la fórmula de galleta y relleno.

Esta dinámica se potencia con influencers, periodistas gastronómicos y creadores de contenido que publican sus propios “top 5” o reseñas en video. Sus opiniones, muchas veces teñidas de humor o exageración, influyen en las decisiones de miles de consumidores, especialmente en el público joven. El alfajor, de pronto, deja de ser solo un producto comestible: se convierte en tema de conversación, en objeto cultural y en símbolo generacional.

Curiosamente, los rankings virales no siempre favorecen a las marcas más caras o reconocidas. Algunas marcas populares, como Capitán del Espacio o Guaymallén, se posicionan alto no por tener la mejor cobertura o el relleno más cremoso, sino por lo que representan en el imaginario colectivo. Son parte de la historia de quienes los consumen desde chicos, y eso pesa más que cualquier cata profesional.

Las marcas han tomado nota de esto y, lejos de oponerse, se suben a la ola. Algunas relanzan campañas con frases populares extraídas de redes, otras interactúan con usuarios y hasta promueven desafíos o concursos para crear engagement. En ese terreno, la conversación digital se vuelve una herramienta clave de marketing, que refuerza la relación emocional entre consumidor y producto.

Pero también existe el fenómeno inverso: el rechazo. Algunos alfajores se vuelven blanco de memes o críticas, y esa exposición negativa puede afectar su percepción pública. Por eso, la presencia en redes no es neutral: puede construir o destruir prestigio en tiempo récord.

En última instancia, no hay un “mejor alfajor” universal. Hay miles de elecciones subjetivas, atravesadas por emociones, recuerdos, hábitos, presupuesto, contexto social y ahora, también, por algoritmos y viralización. Y es justamente esta mezcla de variables lo que convierte al alfajor en mucho más que una golosina: lo convierte en un fenómeno cultural argentino.