Cuando hablamos de café, la altitud no es solo una curiosidad geográfica: es un factor clave en el perfil de sabor. El Coffea arabica prefiere altitudes elevadas, entre 900 y 2.000 metros sobre el nivel del mar, mientras que el Coffea canephora (Robusta) crece mejor en tierras bajas, desde el nivel del mar hasta unos 800 metros.
¿Por qué esta diferencia? Las temperaturas más frías en altura ralentizan el crecimiento del grano de Arábica, permitiendo que desarrolle sabores más complejos, más ácidos, y con un mayor equilibrio. Por eso, muchos cafés de especialidad se cultivan en regiones montañosas: Etiopía, Colombia, Guatemala o Yemen, por nombrar algunas.
El Robusta, en cambio, es más resistente al calor, la humedad y las plagas, lo que le permite prosperar en zonas donde Arábica no podría. Esta resiliencia es parte de por qué es más fácil y económico de cultivar, pero también contribuye a sus notas más ásperas, amargas y su menor acidez.
En resumen:
- Arábica = montaña + clima fresco = sabor más fino y delicado
- Robusta = tierras bajas + clima cálido = sabor más fuerte y rústico
Este contraste nos muestra cómo el lugar donde nace el café deja su huella en cada taza.