¿El café descafeinado no tiene cafeína?

Muchas personas eligen café descafeinado creyendo que están tomando un producto completamente libre de cafeína. Sin embargo, esta idea es uno de los mitos más comunes en torno al café: la verdad es que el café descafeinado sí contiene cafeína, aunque en una cantidad significativamente menor.

Para entenderlo, primero hay que saber cómo se produce. El café descafeinado es un café que ha pasado por un proceso de eliminación de cafeína antes del tueste. Existen varios métodos para lograrlo, como el método por solventes (generalmente acetato de etilo o cloruro de metileno), el método con agua (Swiss Water Process), o la extracción con CO₂. Todos apuntan a reducir la cafeína sin alterar demasiado los compuestos de sabor.

Ninguno de estos procesos elimina el 100% de la cafeína. De hecho, un espresso de café descafeinado puede contener entre 2 y 7 miligramos de cafeína, y una taza de filtro, entre 5 y 15 mg, dependiendo del método de preparación, el tipo de grano y el proceso aplicado. En comparación, una taza de café regular puede tener entre 80 y 150 mg.

Esto significa que si una persona toma muchas tazas de descafeinado a lo largo del día, puede acumular una cantidad no despreciable de cafeína. En la mayoría de los casos, estas dosis no generan efectos notorios, pero en personas muy sensibles, o en contextos donde se requiere evitar la cafeína por completo (como en ciertos tratamientos médicos, trastornos del sueño o durante el embarazo), es importante tenerlo en cuenta.

Otro dato interesante es que no todos los cafés descafeinados tienen el mismo perfil de sabor. Algunas marcas logran conservar más los matices originales del grano, mientras que otras ofrecen un producto más plano o tostado intensamente para “tapar” posibles pérdidas de aroma durante el proceso.

En resumen, el descafeinado no es café sin cafeína, sino café con menos cafeína. Para la mayoría de las personas, esto es suficiente para evitar efectos como insomnio o nerviosismo. Pero si buscás una abstinencia total, hay que saber que algo —aunque poco— siempre queda.