Un buen chocolate no solo se saborea: también se reconoce desde el envoltorio, si sabés qué buscar.
En un mercado donde todos los productos parecen saludables, auténticos o “artesanales”, aprender a leer una etiqueta se vuelve fundamental, sobre todo cuando se trata de chocolate amargo. Muchas marcas utilizan el término “amargo” o “alto porcentaje de cacao” como reclamo de marketing, aunque lo que ofrecen no siempre está a la altura. Por eso, antes de elegir un chocolate por impulso o por diseño, vale la pena tomarse unos segundos para mirar la letra chica.
El primer punto a revisar es la lista de ingredientes. En un buen chocolate amargo, esta lista debe ser corta. Idealmente, debería incluir: pasta o masa de cacao (o licor de cacao), manteca de cacao, azúcar y, en algunos casos, vainilla natural y lecitina (como emulsionante). Nada más. Si aparecen grasas vegetales (como aceite de palma), aromas artificiales, leche en polvo o ingredientes que no reconocés, probablemente no se trate de un chocolate de calidad.
El segundo punto importante es el orden de los ingredientes. En la mayoría de los países, los ingredientes deben figurar de mayor a menor cantidad. Así que si el primer ingrediente es azúcar y no cacao, ya tenés una pista clara de que ese chocolate es más dulce que amargo, aunque diga “70%” en el frente.
Después, fijate bien en el porcentaje de cacao. Ese número incluye tanto la pasta de cacao como la manteca de cacao. Pero no dice todo: un chocolate al 70% con mucho agregado de manteca puede tener un sabor más suave que uno al 60% hecho con cacao de origen más intenso. El porcentaje orienta, pero no es garantía de calidad.
Otro elemento interesante es el origen del cacao. Si la etiqueta menciona la procedencia (como Ecuador, Madagascar, Perú), eso suele ser una buena señal. No porque sea necesariamente mejor, sino porque indica que la marca quiere comunicar trazabilidad. Si además dice “single origin” (origen único), significa que el cacao proviene de una región específica, lo que da al chocolate un perfil más definido.
También podés buscar palabras como “bean to bar”, “artesanal”, “orgánico” o “fair trade”. No todas son garantía de excelencia, pero sí son indicadores de una posible elaboración más cuidada y ética. En todo caso, lo importante es que esas palabras no sean lo único que te guíe. La composición y el sabor siguen siendo lo central.
Por último, evitá confiar solo en el diseño o en frases como “extra amargo”, “gourmet” o “premium”. Ninguna de esas palabras está regulada: son solo formas de llamar la atención. El mejor criterio sigue siendo tu paladar… y la etiqueta bien leída.
Saber leer lo que comemos es una forma de respeto: hacia nosotros, hacia quienes hacen bien las cosas, y hacia el cacao, que tiene mucho para ofrecer si sabemos elegir.