En los últimos años, la preocupación por la salud y la alimentación equilibrada ha crecido de forma sostenida. Frente a esta tendencia, muchas marcas de alfajores han comenzado a ofrecer versiones “sin azúcar”, “light”, “sin TACC” o “con ingredientes naturales”. Sin embargo, la pregunta clave es: ¿realmente miramos las etiquetas antes de elegir un alfajor?
La información nutricional, presente por ley en todos los envases, es una herramienta pensada para informar al consumidor. Pero en la práctica, su impacto real es limitado en el momento de decisión, especialmente cuando la compra es impulsiva o emocional. La mayoría de los consumidores no leen detenidamente el contenido calórico o el detalle de grasas y azúcares; toman decisiones rápidas, guiadas por el diseño del paquete, el precio o el deseo.
Eso no significa que la información nutricional no influya en absoluto. Hay segmentos específicos del mercado, como personas con diabetes, celiaquía, deportistas o quienes siguen dietas específicas, que sí revisan con atención las etiquetas y eligen en función de ellas. Para este público, las menciones como “sin TACC”, “apto para veganos” o “sin azúcar agregada” son decisivas.
También hay un crecimiento progresivo en consumidores que valoran ingredientes de calidad: menor cantidad de conservantes, ausencia de jarabes de maíz o grasas trans, y presencia de harinas integrales o productos orgánicos. Sin embargo, este tipo de demanda todavía representa un nicho dentro del mercado general.
Lo que sí tiene impacto más inmediato es la etiqueta frontal de advertencia —como el sello negro de “alto en azúcares” o “exceso de calorías”—, que a partir de su implementación obligatoria en Argentina ha empezado a generar mayor conciencia, sobre todo en los padres al momento de elegir productos para sus hijos.
Ahora bien, muchas marcas han optado por destacar atributos “saludables” en el frente del envase con frases como “con menos azúcar”, “con proteínas” o “con avena”, independientemente de que el producto siga siendo alto en calorías o azúcares. Esto genera una sensación de elección más sana, aunque no siempre se traduce en una mejora nutricional real. A esto se lo conoce como healthwashing.
En conclusión, aunque la información nutricional está disponible, el consumidor promedio todavía decide más por impulso, sabor y costumbre que por datos concretos. Pero eso está cambiando lentamente. La creciente conciencia alimentaria, sumada a políticas de etiquetado claro y al interés de nuevas generaciones por lo saludable, promete un escenario futuro donde leer la etiqueta ya no sea la excepción, sino parte del hábito.
⚠️ Este artículo tiene fines informativos y no reemplaza el consejo profesional. Para cualquier duda nutricional específica, se recomienda consultar con un médico o nutricionista.