Uno de los efectos más conocidos del café es su capacidad para mantenernos despiertos, y no es un mito: la cafeína actúa directamente sobre el sistema nervioso central bloqueando los receptores de adenosina, una sustancia que promueve la somnolencia. Por eso, después de una taza de café, muchas personas experimentan mayor alerta y menor sensación de cansancio.
El problema surge cuando el consumo de café se realiza en horarios cercanos al descanso. La vida media de la cafeína en el cuerpo es de aproximadamente 5 a 6 horas, pero en algunas personas puede prolongarse aún más, dependiendo de factores como la genética, la edad, el uso de medicamentos o el funcionamiento del hígado.
Esto significa que una taza de café tomada por la tarde puede seguir afectando la calidad del sueño durante la noche, incluso si la persona logra dormirse. Puede generar un sueño más ligero, menor cantidad de sueño profundo o interrupciones nocturnas, lo que lleva a una sensación de fatiga al día siguiente.
Además, la sensibilidad a la cafeína varía mucho entre individuos. Algunas personas pueden tomar una taza después de la cena y dormir sin problema, mientras que otras deben evitarla incluso al mediodía. Por eso, conocer la propia tolerancia es fundamental.
Una recomendación general es evitar el consumo de café al menos 6 horas antes de ir a dormir, especialmente si se tiene dificultad para conciliar el sueño o se padece insomnio.
El café tiene beneficios bien documentados, pero su impacto sobre el descanso debe considerarse con seriedad si se busca mantener una buena calidad de sueño.
Este artículo tiene fines informativos. Ante dificultades para dormir u otros síntomas, es recomendable consultar con un médico.