En Argentina, el café no se toma solo: casi siempre llega acompañado. Desde una medialuna hasta un alfajor, un flan casero o un tostado mixto, el café forma parte de una cultura de maridajes profundamente arraigada que mezcla tradición, sabor y momentos compartidos.
El maridaje más icónico, sin dudas, es el café con leche y medialunas. Este dúo, infaltable en desayunos y meriendas, es casi un ritual nacional. La combinación entre el dulzor de la masa hojaldrada y la suavidad láctea del café genera una experiencia redonda y reconfortante. En muchas confiterías porteñas, incluso, se ofrece el “combo desayuno” como estándar: una taza, dos medialunas y jugo.
Pero la lista es larga. El cortado con tostado de jamón y queso en pan lactal o pebete es otro clásico, sobre todo en almuerzos apurados o cafés de estación. En pastelería, el café suele acompañar postres como tarta de ricota, flan, budín, brownie o torta rogel, todos con altos contrastes de textura y dulzor.
En los últimos años, con la evolución del café de especialidad y la gastronomía contemporánea, el café comenzó a incorporarse también como ingrediente protagónico en platos y postres: mousses, cremas, reducciones, helados y licores caseros lo incluyen con mayor frecuencia. Algunos chefs lo integran en fondos oscuros, en marinadas o incluso en panes fermentados, buscando aprovechar su complejidad aromática y su amargor elegante.
La combinación de café con sabores típicos argentinos como dulce de leche, chocolate amargo, almendras, naranja o especias da lugar a maridajes armoniosos y potentes. En catas de café se suelen incluir estas notas para entrenar el paladar y reconocerlas en taza.
También crece el uso de café en coctelería de autor, con bebidas como espresso martini, affogato con whisky o tragos fríos con cold brew y almíbares caseros. La coctelería y la gastronomía gourmet ven al café como un ingrediente versátil y noble.
Además, muchas cafeterías de especialidad comenzaron a trabajar con pasteleros independientes, elevando el nivel de la oferta dulce que acompaña al café. Pastelería de fermentación lenta, budines con ingredientes locales, cookies de masa madre y bombonería artesanal son cada vez más frecuentes.
En resumen, el café en Argentina ya no es solo un final de comida o un complemento de sobremesa. Es parte de la identidad gastronómica nacional, tanto en su versión clásica como en sus nuevas formas. El desafío ahora es seguir explorando sin perder ese vínculo emocional que une al café con el sabor de casa.