Café Pushkin – Moscú entre literatura, aristocracia y elegancia atemporal

Aunque parezca salido directamente del siglo XIX, el Café Pushkin abrió sus puertas en 1999, en pleno centro histórico de Moscú. Su estilo aristocrático y su evocación directa del romanticismo ruso han hecho que, en muy poco tiempo, se convierta en un símbolo cultural de la capital rusa, a la altura de cafés con siglos de historia.

El origen del Café Pushkin es peculiar. Nació a partir de una canción de Gilbert Bécaud, titulada “Nathalie” (1964), en la que un francés viajaba a Moscú y se encontraba con una guía turística que lo llevaba “al Café Pushkin”. En ese momento el lugar no existía. Pero la canción fue tan influyente que, décadas más tarde, los empresarios Andrey Dellos y Andrey Konchalovsky decidieron materializar esa fantasía. El resultado fue espectacular.

Ubicado en un palacete barroco del siglo XVIII restaurado con exquisito detalle, el café recrea el ambiente de una mansión noble rusa: bibliotecas con estanterías de roble, candelabros, mapas antiguos, salones adornados con relojes, bustos y retratos de escritores, y camareros vestidos con trajes del periodo zarista. Cada rincón está diseñado para transportar al visitante a los tiempos de Pushkin, Tolstói o Dostoievski.

Aunque Alexander Pushkin, el gran poeta ruso que da nombre al lugar, nunca lo conoció (murió en 1837), su espíritu impregna el ambiente. Se dice que este es el tipo de café en el que él habría escrito o discutido poesía, con una copa de coñac y una pluma de tinta negra.

El menú del Café Pushkin también es una celebración de la alta cocina rusa: blinis con caviar, borsch, pelmeni, stroganoff y postres clásicos como el Napoleón o la vatrouchka. Todo se sirve en vajilla fina, con un servicio impecable que refuerza la experiencia de elegancia imperial.

Hoy, el Café Pushkin es uno de los lugares favoritos tanto de moscovitas como de turistas. No solo por su excelente cocina, sino por su atención al detalle, su homenaje a la tradición rusa y su atmósfera literaria que lo vuelve único.

Más que un café moderno, el Pushkin es un homenaje tangible a la historia, la poesía y el esplendor de la Rusia cultural.