El café de Kenia no posee una denominación de origen legal en el mismo sentido que Colombia o México, pero en la práctica funciona como una denominación de origen reconocida por el mercado y por su sistema de subastas controladas. En el mundo del café de especialidad, decir «Kenia» es sinónimo de un perfil de taza excepcional, con una de las acideces más complejas del planeta y una trazabilidad impecable.
Cultivado principalmente en las regiones montañosas del centro del país —como Nyeri, Kirinyaga, Murang’a y Embu—, el café keniata se beneficia de altitudes que superan los 1.700 metros sobre el nivel del mar, suelos volcánicos ricos en nutrientes, y una altísima dedicación al procesamiento. Las variedades SL28 y SL34, desarrolladas por el instituto Scott Agricultural Laboratories en los años 30, son emblemáticas por su resistencia y su expresión sensorial de excelencia.
El café keniano se procesa casi exclusivamente mediante el método lavado, lo que ayuda a resaltar su nitidez y complejidad. El perfil típico incluye una acidez cítrica brillante, notas a grosella negra, frutos rojos, vino tinto y flor de hibisco, con un cuerpo jugoso y persistente. Es un café que impresiona y que suele obtener altas puntuaciones en catas de la SCA.
Uno de los sistemas más interesantes de Kenia es el de subastas nacionales, donde los lotes son clasificados por tamaño, calidad y perfil, y ofrecidos a compradores internacionales de forma transparente. Esto garantiza precios justos para los productores y permite a los tostadores acceder a cafés específicos con características bien definidas. Las microlotes de alta gama pueden alcanzar precios elevados, lo que convierte al café de Kenia en uno de los más valorados del mercado.
Aunque el país no ha implementado una denominación de origen formal con sello legal, sí existen esfuerzos por proteger los nombres de algunas zonas productoras, como Kiambu o Nyeri, en el mercado internacional. Además, el gobierno y las cooperativas promueven prácticas de trazabilidad y sostenibilidad que refuerzan la identidad del origen.
En resumen, el café de Kenia representa una forma distinta —pero efectiva— de construir un origen con reconocimiento mundial, basado en la calidad excepcional, la organización del sistema cafetalero, y el respeto por la identidad agrícola de su territorio.