Ubicado en la elegante esquina de Boulevard Saint-Germain y la Rue Saint-Benoît, el Café de Flore es uno de los cafés más famosos y literarios del mundo. Fundado en 1887, debe su nombre a una escultura de la diosa Flora que se encontraba enfrente del edificio. Desde entonces, se ha convertido en sinónimo de la vida cultural e intelectual de París.
A principios del siglo XX, ya era frecuentado por poetas simbolistas y figuras del mundo editorial. Pero fue en las décadas de 1930 y 1940 cuando el Café de Flore alcanzó su apogeo. En plena ocupación alemana, el café permanecía abierto y con calefacción durante todo el día, por lo que intelectuales y artistas lo adoptaron como un refugio tanto físico como ideológico.
El lugar está íntimamente ligado al existencialismo: Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir tenían su mesa habitual en el primer piso, donde escribían, discutían y observaban la vida parisina. Sartre llegó a decir: “Instalábamos nuestras oficinas aquí… era cómodo, barato y nos traían café sin que tuviéramos que pedirlo”.
Además de ellos, por el Café de Flore pasaron figuras como Albert Camus, Boris Vian, Guillaume Apollinaire, Picasso, Giacometti y hasta Truman Capote. Fue un epicentro donde la filosofía, la literatura y el arte se cruzaban en charlas interminables acompañadas de café, absenta o un croissant recién horneado.
Con el tiempo, el Café de Flore se volvió también un símbolo de la moda y el cine. Yves Saint Laurent, Karl Lagerfeld y otros diseñadores lo adoptaron como punto de encuentro. En la actualidad, sigue siendo un lugar donde se mezcla el turismo con la intelectualidad local, y cada año entrega el Premio de Flore, un galardón literario muy respetado en Francia.
Más allá de su decoración art déco, su historia viva y su servicio impecable, el Café de Flore representa un espíritu: el de una París pensante, elegante y apasionada por la cultura. Sentarse en su terraza no es solo tomar un café: es formar parte de una historia que aún se escribe.