Café de Etiopía: el origen de todos los orígenes

Etiopía es más que un país productor de café: es el lugar donde comenzó toda la historia. Según la leyenda, fue allí donde un pastor llamado Kaldi notó que sus cabras se volvían inquietas tras comer los frutos rojos del cafeto. Más allá del mito, lo cierto es que Etiopía es el centro de diversidad genética del café arábica, y su cultura cafetera forma parte del tejido mismo de la vida cotidiana.

A diferencia de otros países, Etiopía no tiene una única denominación de origen. En cambio, posee denominaciones regionales muy valoradas, como Yirgacheffe, Sidamo, Guji, Harrar y Limu, entre otras. Cada una tiene un perfil de taza característico, influenciado por la altitud, el microclima, los suelos, y sobre todo por las miles de variedades autóctonas —muchas sin clasificar formalmente— que crecen de forma silvestre o semi-domesticada en los cafetales etíopes.

El café de Yirgacheffe, por ejemplo, es famoso por su perfil floral, cítrico y delicado, mientras que un Sidamo puede ofrecer notas a frutos de hueso, vino tinto y chocolate. El café Harrar, por su parte, se cultiva en condiciones más secas y da lugar a tazas intensas con cuerpo denso y sabores exóticos, como especias o frutas pasas. En general, los cafés etíopes son lavados o naturales, y en ambos casos muestran una complejidad aromática inigualable.

La cosecha suele ser manual, y los métodos de procesamiento se han perfeccionado por generaciones. Muchas fincas no usan pesticidas ni fertilizantes químicos, lo que convierte a gran parte del café etíope en orgánico por naturaleza, aunque no siempre esté certificado como tal.

Además, Etiopía tiene un sistema único: el Ethiopian Commodity Exchange (ECX), una bolsa donde se comercializa gran parte del café del país. Aunque esto ha generado críticas porque limita la trazabilidad en algunos casos, también ha impulsado estándares de calidad y ha facilitado el acceso de pequeños productores al mercado internacional.

Etiopía también ha avanzado en la protección legal de sus nombres regionales en el comercio global. Gracias a un esfuerzo conjunto entre el gobierno, cooperativas y ONGs, el país ha logrado registrar Yirgacheffe, Sidamo y Harrar como marcas reconocidas en varios países, lo que fortalece su identidad de origen.

Tomar un café etíope no es solo disfrutar de una bebida: es conectarse con siglos de historia, con la biodiversidad más rica del café arábica y con una cultura que celebra el café como símbolo de hospitalidad y orgullo nacional.