En la Argentina, el rol del barista pasó en pocos años de ser desconocido a ser central en la escena del café de especialidad. Un barista no es simplemente quien sirve café: es quien interpreta el grano, lo prepara con técnica, y acompaña al cliente en la experiencia de la taza. Este cambio cultural fue clave para elevar el nivel de las cafeterías y profesionalizar la industria local.
Hasta hace una década, la formación en barismo era escasa y se aprendía en la práctica. Hoy, existen escuelas especializadas, cursos avalados por la SCA (Specialty Coffee Association) y capacitaciones constantes. Baristas argentinos viajan a ferias internacionales, compiten en torneos oficiales y vuelven al país con nuevas herramientas y conocimientos.
Entre las instituciones más reconocidas para formarse se encuentran Coffee Town Escuela, IACAF, La Escuela del Café de Fuego Tostadores, y otras propuestas más independientes pero muy activas en redes. La oferta incluye desde introducción al espresso hasta técnicas avanzadas de filtrado, sensorial, latte art y gestión de barra.
En paralelo, creció el número de competiciones nacionales, como el Campeonato Argentino de Baristas, Brewers Cup o Latte Art, organizadas por el capítulo local de la SCA. Estos eventos ayudan a visibilizar el talento local, consolidar carreras y generar comunidad. También funcionan como vitrinas para nuevos talentos y como espacio de aprendizaje colectivo.
Algunos referentes actuales del barismo argentino incluyen a profesionales como Lucas Ponce (ex campeón nacional), Daniel Rivera, Giuliana D’Adamo, Matías Biset y Macarena Beigbeder, entre otros. Además, muchos baristas también son tostadores, capacitadores o emprendedores que fundaron sus propias cafeterías.
Un aspecto interesante del barismo en Argentina es su diversidad: hay baristas que provienen del mundo gastronómico, otros del arte, la química o el diseño. Esta riqueza de perfiles aporta creatividad, sensibilidad y apertura al sector. También hay cada vez más mujeres baristas, rompiendo un espacio que fue históricamente masculino.
En la actualidad, ser barista en Argentina es mucho más que manejar una máquina de espresso: es educar al consumidor, transmitir pasión, cuidar los detalles y, en muchos casos, abrir camino en una industria que todavía está creciendo. La figura del barista, hoy más que nunca, es la cara visible del café de calidad.