Adiós a tomar café como ahora… Esperemos esta moda NO llegue aca..

¿El tiempo también se paga? Cafeterías en España generan debate global por una nueva forma de cobrar el café

Una innovadora —y para muchos polémica— práctica que ha comenzado a verse en algunas cafeterías de España ha despertado el interés (y la indignación) más allá de sus fronteras. El foco está en una idea que, aunque no es nueva en otros sectores, se empieza a aplicar al mundo del café: ajustar el precio según el tiempo que el cliente permanece en el local.

Todo comenzó con una publicación viral en redes sociales, en la que una mujer mostró la tabla de precios de una cafetería en la popular zona de la Barceloneta, en Barcelona. Allí, tomar un café con leche cuesta 1,30 euros si se consume en menos de 30 minutos, pero el mismo café sube a 2,50 euros si se excede ese tiempo, y puede alcanzar los 4 euros si se permanece más de una hora.

Este modelo ha generado un encendido debate entre quienes lo ven como una estrategia legítima de gestión de espacios en zonas muy turísticas, y quienes lo consideran una forma encubierta de discriminación hacia los vecinos y trabajadores locales, que usan el café como punto de descanso o incluso como espacio de trabajo ocasional.

“Somos los que más sufrimos las consecuencias de la turistificación”, señaló María Moreno, vecina de Barcelona, en declaraciones recogidas por medios internacionales. Ella fue quien difundió el caso a través de redes sociales y motivó a muchos a compartir experiencias similares.

El fenómeno no se limita a la Ciudad Condal. En Madrid, algunas cafeterías han comenzado a limitar el tiempo de uso de sus mesas cuando los clientes utilizan ordenadores portátiles, especialmente durante fines de semana. En algunos casos, directamente prohíben su uso en horas pico, intentando fomentar una rotación más rápida y rentable del espacio.

Aunque para muchos se trata simplemente de una medida de supervivencia comercial —en un contexto de altos costos de alquiler, inflación y saturación turística—, también plantea interrogantes profundos sobre la transformación del consumo cultural del café.

¿El café sigue siendo ese ritual social, democrático y accesible de siempre, o se convierte cada vez más en un lujo con condiciones? En un país donde el café ha sido históricamente sinónimo de encuentro y pausa, esta nueva tendencia pone a prueba la identidad misma del ritual cafetero.

El mundo observa. Y el debate recién comienza.