En el centro del país, Córdoba no solo es conocida por su historia jesuítica, su tonada característica o sus sierras, sino también por ser cuna de uno de los alfajores más tradicionales y distintivos de la Argentina: el alfajor cordobés. Con su inconfundible cobertura blanca de glasé y su relleno suave, este alfajor representa una continuidad viva de la repostería colonial y de las recetas transmitidas de generación en generación.
Un alfajor con raíz histórica
El origen del alfajor cordobés se remonta a las confiterías y dulcerías coloniales, muchas de las cuales fueron influenciadas por las técnicas de repostería españolas adaptadas a ingredientes locales. Durante el siglo XIX y principios del XX, los conventos, familias criollas y panaderías comenzaron a producir este tipo de alfajor para consumo diario, fiestas patronales y celebraciones religiosas.
¿Qué lo caracteriza?
- Masa mantecosa o tipo galletita seca, no bizcochuelo.
- Relleno de dulce de leche, dulce de batata, de higo o de frutas como membrillo.
- Cobertura de glasé blanco brillante y crujiente, que seca al aire.
- Tamaño mediano a grande, y muchas veces con formas más irregulares.
- Aroma suave, sabor equilibrado, y una textura que cruje por fuera pero se funde por dentro.
A diferencia de otros alfajores con baño de chocolate o sin cobertura, el cordobés es fácilmente identificable por su apariencia blanca y su aspecto artesanal.
El glasé: su sello distintivo
El glasé del alfajor cordobés se prepara con azúcar impalpable, clara de huevo o agua caliente, y a veces jugo de limón. Este baño se aplica cuando el alfajor ya está armado, y se deja secar hasta formar una corteza dulce y quebradiza, que protege el relleno y le aporta una textura muy particular.
Presencia en la cultura regional
Este alfajor no es solo un producto de confitería, sino un ícono gastronómico cordobés. Se encuentra en panaderías, ferias, festivales provinciales y rutas turísticas. También es típico en cajas surtidas de “alfajores artesanales” que representan la identidad de Córdoba.
Algunas marcas históricas como La Quinta, Estancia El Rosario, La Palma o Portezuelo han contribuido a su difusión a nivel nacional, manteniendo su estética tradicional.
Variaciones modernas
Aunque el formato clásico se mantiene, hay versiones que juegan con:
- Nueces molidas en la masa.
- Glasé saborizado (limón, naranja).
- Rellenos mixtos: dulce de leche + fruta.
- Formatos más pequeños o gourmet, manteniendo la base tradicional.
Conclusión
El alfajor cordobés es un exponente claro de cómo la tradición puede resistir al paso del tiempo. En su receta sencilla y su apariencia blanca se esconde una historia que une herencia colonial, sabores del interior y técnica artesanal. Un alfajor que, sin necesidad de modernización, sigue conquistando paladares desde hace más de un siglo.