En las últimas décadas, numerosos estudios han investigado el impacto del café sobre la aparición y evolución de la diabetes tipo 2. Lejos de lo que muchos imaginaban, la mayoría de las investigaciones coinciden en que el consumo regular de café se asocia con un menor riesgo de desarrollar esta enfermedad.
Este efecto protector parece observarse tanto con café con cafeína como con café descafeinado, lo cual indica que no es solo la cafeína la responsable, sino una combinación de compuestos bioactivos presentes en el grano. Entre ellos destacan los ácidos clorogénicos, que tienen propiedades antioxidantes y antiinflamatorias, y que pueden mejorar la sensibilidad a la insulina y reducir la absorción de glucosa en el intestino.
Además, se ha visto que el café puede contribuir a disminuir los marcadores inflamatorios crónicos, lo cual es relevante porque la inflamación de bajo grado es un factor común en el desarrollo de la resistencia a la insulina.
Según varios meta-análisis, las personas que consumen entre 3 y 5 tazas de café al día tienen un riesgo significativamente menor de desarrollar diabetes tipo 2, en comparación con quienes beben poco o nada de café. Este beneficio se mantiene incluso después de ajustar por factores como dieta, actividad física o peso corporal.
Sin embargo, hay que tener precaución con los añadidos: si al café se le incorpora azúcar, jarabes, crema o leche condensada, el efecto metabólico cambia completamente. Estas versiones cargadas de calorías y azúcares pueden aumentar el riesgo de desequilibrio glucémico.
También es importante destacar que quienes ya tienen diabetes deben considerar la respuesta individual y consultar con su profesional de salud, ya que la cafeína puede interferir con ciertos medicamentos o generar respuestas diferentes según la persona.
Este artículo es informativo. Ante cualquier diagnóstico de diabetes o sospecha de alteraciones metabólicas, es fundamental seguir las indicaciones del equipo médico.