Aunque muchas personas los confunden, el Cold Brew y el café frío tradicional (o Iced Coffee) son dos preparaciones completamente distintas, no solo en método, sino en sabor, composición química y experiencia sensorial. Entender sus diferencias es fundamental para todo barista o amante del café que busca dominar el arte de las extracciones.
El Cold Brew es un método de infusión en frío. Esto significa que el café molido se sumerge en agua a temperatura ambiente o fría durante un período largo, normalmente entre 12 y 24 horas. No se aplica calor en ningún momento del proceso. La extracción ocurre lentamente, dando como resultado una bebida menos ácida, más dulce naturalmente, con bajo amargor y una textura más sedosa.
Por otro lado, el café frío tradicional se prepara como cualquier café caliente (con máquina, prensa francesa o V60) y luego se enfría, ya sea directamente sobre hielo o llevándolo a la heladera. Aunque refrescante, esta bebida conserva los compuestos ácidos y amargos del café caliente, lo que puede resultar más agresivo al paladar y al estómago.
Desde el punto de vista químico, el Cold Brew extrae menos ácidos clorogénicos y más polisacáridos, lo que explica su mayor suavidad y cuerpo. Además, al hacerse en frío, retiene más cafeína, especialmente si se lo sirve sin diluir (como concentrado).
En términos prácticos, el Cold Brew requiere más tiempo, pero tiene mejor conservación: puede mantenerse en la heladera hasta una semana, mientras que el café enfriado pierde sabor en pocas horas.
En resumen:
- Si querés acidez viva y sabor tradicional, el café frío es una buena opción rápida.
- Si buscás una bebida suave, dulce, potente y de larga duración, el Cold Brew es el camino.
No es lo mismo tomar café frío que tomar café hecho en frío. Y esa diferencia cambia por completo la experiencia.
